Desde la génesis del fenómeno en el Océano Pacífico se ha brindado atención a la evolución de éste durante todo el tiempo. El aviso indicaba que, desde el viernes 29 de mayo de 2020, por la noche, la precipitación sería incesante para la región. La lluvia sostenida ha ocasionado daños considerables en El Salvador y Guatemala. La afectación es menor en Honduras y Nicaragua. Esta situación viene ha agravar la crisis de salud derivada de la pandemia del COVID 19.
La situación regional es compleja porque además de los efectos devastadores de la pandemia del COVID 19 se debe considerar la posibilidad de un incremento para las enfermedades de: vías respiratorias, de piel, vista y gastro – intestinales, entre otras complicaciones de salud. El escenario cercano para la salud humana se complica aún más porque el sistema sanitario está saturado por los casos de la pandemia. Se debe tener presente que apenas es el inicio del invierno.
Por diferentes fuentes de información, se puede acceder a las evidencias de los estragos: pérdidas de vidas humanas, destrozos en viviendas e infraestructura, inundaciones, daños en bienes, etc. Será necesario tener presente que es el inicio del invierno 2020, se tiene pronóstico regional sobre el comportamiento de la época de lluvia, pero además conocemos del incremento de los niveles de vulnerabilidad en cada uno de los países.
Es evidente, será necesario trabajar más aún para la gestión de los escenarios críticos de riesgo. Sin descuidar los que subyacen y están en evolución, como una posible crisis alimentaria y nutricional en la región. Toda la atención está concentrada en la evolución y efectos devastadores de la pandemia del COVID 19, ya que es una necesidad esencial para la sobrevivencia. Ahora el escenario está más complicado para una región que se caracteriza por ser multi –amenazas, y con elevados niveles de vulnerabilidad.
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