La literatura relacionada a los efectos adversos derivados del cambio climático ofrece información que ubica a Centroamérica como una de las regiones del planeta más vulnerable, más expuesta a impactos devastadores de la crisis climática. La vida cotidiana enseña que así es. Las listas generadas por Centros especializados y observatorios que monitorean cotidianamente la evolución y desarrollo del evento climático así lo confirman. Los países de la región ocupan uno de los tres primeros lugares de más expuestos a estos efectos adversos. En consecuencia, Centroamérica es una región geográfica altamente vulnerable.
Sin embargo, en el marco del proceso global de negociación del clima -y conforme al procedimiento derivado de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC)- no hay un reconocimiento oficial de esta realidad dramática. Es decir, la región centroamericana cotidianamente es altamente vulnerable, pero para la vida formal u oficial no lo es. Se está expuesta, pero no se reconoce formalmente. Entonces, en la vida cotidiana uno pregunta: ¿Tenemos Derecho a la vida, o no? ¿Tenemos Derecho a la sobrevivencia, o no? ¿Qué se discute y aprueba en las denominadas Conferencias de Las Partes (COP, por sus siglas en inglés)?
La posición geográfica de Centroamérica la ubica en la lista de las regiones más peligrosas del planeta tierra -con más riesgos climáticos- debido a la confluencia de fenómenos de origen hidro – meteorológicos (El Niño, La Niña, huracanes, inundaciones, sequías, depresiones y tormentas tropicales intensas y frentes fríos) y geológicos (erupciones volcánicas, terremotos, tsunamis, hundimientos y movimiento de masa). A lo anterior se agrega que la región está sufriendo los efectos adversos de los eventos climáticos extremos con mayor recurrencia, fenómenos de lenta evolución, lo cual combinado con mayor exposición y vulnerabilidad, se traduce en desastres cada vez más frecuentes, intensos y con mayor alcance geográfico.
En la región centroamericana se ha experimentado un incremento promedio de la temperatura en un 1 grado Celsius entre los años 1961 y 2000 (MEARNS, C.G. MENÉNDEZ, otros, 2007), aproximadamente unos cuarenta (40) años. También una disminución o incremento de las precipitaciones en concordancia con las áreas geográficas. La frecuencia de cambios en el índice de oscilación del sur, así como los valores extremos registrados, están ocasionando severas sequias, sobre todo en la región pacífica, alternando con períodos de extremas precipitaciones (NOAA, 2011; NU ISDR 2011). Se vive bajo la influencia de una perturbación climática muy severa.
Para finales del año 2915 se realizará La Conferencia de Las Partes 21 (COP 21, por sus siglas en inglés), en París, Francia. En ese marco se deberá adoptar una decisión con relación a un marco nuevo para el clima. La mayoría de los países desarrollados propugnan por el acuerdo con fuerza de ley, hasta allí nomás. Éste es una suerte de letra hueca, falsa, letra embalsamada. Un acuerdo que no los compromete. Al final de este drama, ellos todavía no tienen el agua hasta el cuello, son otros países los que viven bajo esa condición.
Los países denominados en vías de desarrollo -muchos de ellos ya tienen el agua hasta el cuello- tienen una expectativa totalmente diferente a la anterior. Sin lugar a dudas están a favor de un marco nuevo para el régimen climático, pero que sea legalmente vinculante. Las Partes deben comprometerse, y particularmente para quienes han llevado al planeta tierra al borde del despeñadero, a una reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Se demanda un marco nuevo para el clima que brinde seguridad al Derecho a la sobrevivencia de miles de personas en condición de riesgo, éste debe ser legalmente vinculante.